Baixada dels raiers a Pobla de Segur 🌊 Instantes de Tiempo

Bienvenidos un día más a La Pobla de Segur, donde asistimos a la Baixada dels Raiers. Me lo pasé genial, pero me quedaron algunas dudas que hoy os voy a resolver en el blog de Instantes de Tiempo.


Los raiers, también conocidos como gancheros, realizaban un oficio de transporte fluvial de madera. Aunque en su momento era la opción más rápida y económica, era un trabajo arduo. El negocio consistía en cortar la madera de los bosques del Pirineo y transportarla al litoral a través del río. Era una labor estacional y solía complementarse con otras actividades económicas de la zona. La madera y los raiers viajaban desde La Pobla de Segur hasta Tortosa. En coche serían 225 km, un trayecto que ahora nos llevaría tres horas, pero en esa época era otro cantar.

La actividad de los raiers comenzaba en invierno en los bosques de pino negro y abeto. Luego se llevaban los troncos hasta los puntos de enraiamento. Esto me hace pensar que una cosa eran los que talaban los árboles y la otra los que los hacían bajar hasta los puntos de distribución. Los troncos se despojaban de ramas y se arrastraban hasta la orilla del río.

Para bajar la madera, lo primero que se hacía era montar los rais, y así empieza la fiesta: mostrando cómo se ataban los troncos para que llegasen lo mejor posible al puerto. Atar los troncos con varillas de sauce requería mucho conocimiento y habilidad para garantizar que la balsa no se rompiera al navegar por curvas pronunciadas e incluso pasar algunos puentes y pequeñas presas. Estas embarcaciones llegaban a medir hasta 50 metros de largo y 30 toneladas de peso. Solían bajar entre cinco o seis embarcaciones con un grupo de 10 o 12 muchachos repartidos entre todas estas embarcaciones. El oficio se transmitía de padres a hijos, y los jóvenes aprendían observando y ayudando a los más experimentados.


Este trabajo se realizaba principalmente durante la primavera y era muy peligroso y físicamente exigente. Trabajaban en ríos con corrientes fuertes y frías, aumentando el riesgo de ahogamiento. Los troncos eran grandes y pesados, y manejar grandes volúmenes de madera en movimiento podía resultar en lesiones graves. Los balseros saltaban de una parte de la balsa a otra, arriesgándose a quedar aplastados o mutilados. ¿Vosotros creéis que podrías hacerlo? El trabajo de raiers requería buena resistencia física.

La embarcación tenía de todo, desde timón hasta remos, incluso una zona donde colgaban la ropa seca, la comida y la bota de vino, lo que muestra lo largo que podía ser la bajada. Los más expertos bajaban primero para avisar de los peligros, como rocas o lugares donde las embarcaciones podían quedar atrapadas. El viaje era una aventura, pero también una oportunidad para la gente joven de viajar y salir de su casa. A veces, aprovechaban el viaje para transportar mercancías o personas. Una vez llegados a puerto, desmontaban las embarcaciones y volvían a casa en tartana, tren, o a pie.

Este oficio, documentado desde el siglo XIII, no era exclusivo del Pirineo. Desde 2022, forma parte del patrimonio cultural inmaterial de la UNESCO con una candidatura en la que participaron distintos países. En castellano, se les llamaba nabateros en Noguera Ribagorzana o Cinca, gancheros en Valencia, y almadieros en Navarra.


¿Sabéis cuál es el río más largo de la península ibérica? El río Tajo, el más largo de la península ibérica, también llevaba madera, y se les llamaba gancheros tanto en España como en Portugal. Quizás ellos no montaban estas embarcaciones, porque el tráfico fluvial no tenía las mismas características que los ríos rápidos de los Pirineos y llevaban los troncos sueltos, a diferencia de los nabateros que formaban almadías, igual que los rais que vimos nosotras en el Pont de Claverol. Si os interesa visitar algún museo relacionado con los gancheros, los tenéis en las localidades de Zaorejas y Cañizares. En 1961, José Luis Sampedro publicó una novela titulada El río que nos lleva, en la que los protagonistas son los gancheros del Tajo. En 1989, fue llevada al cine por Antonio del Real.

En Italia, se los conocía como zattieri; en Francia, dependiendo de la zona, flotteurs o radeliers; en Alemania y Austria eran conocidos como daustrom o flösserei; en Noruega eran los fløtere o brøtningsfolk. Incluso en Canadá se les conocía como raftmen o draveurs en la costa este.

El transporte de troncos por vía fluvial fue común en muchos ríos de Europa durante la época preindustrial. Los cursos de agua permitían el transporte rápido y económico de materiales muy pesados, como la madera. A veces, esta era la única forma económicamente viable de llevar madera aserrada desde los lugares de corte hasta los puntos de procesamiento y posterior distribución.


Este oficio duró hasta 1930, cuando comenzaron a construirse embalses que impedían el transporte fluvial, sustituyéndolo por transporte por carretera, tren o camión. Los primeros embalses en el Pallars Jussà comenzaron a construirse a partir de mediados del siglo XX, siendo uno de los más significativos el Embassament de Sant Antoni, completado en la década de 1960. Esto no se debe solamente a que ya no existen balsas construidas con troncos, sustituidas por modernas lanchas o barcazas a motor, sino también a elecciones que han favorecido el transporte de mercancías por carretera o ferrocarril, incluso en rutas donde la alternativa fluvial sería posible. Seguramente aprovecharon el tren de la Pobla, que ya hemos visto en el blog de Instantes de Tiempo, para bajar madera a Lleida.

La Asociación de Raiers del Noguera Pallaresa celebra esta tradición desde 1979, organizando el evento el primer fin de semana de julio, cuando el nivel del río es más bajo y, en teoría, más seguro. Sin embargo, el fin de semana que nosotras asistimos hubo una tormenta enorme y el domingo el río bajaba muy rápido y con agua muy sucia, lo que dificultó enormemente el trabajo de los raiers. A pesar de esto, nos contaron que este año bajaron cuatro embarcaciones gracias a la gran participación de los jóvenes.


Desde 2022, el oficio de raiers fue incluido en la lista representativa del patrimonio cultural inmaterial de la Unesco, con una candidatura representada conjuntamente por los gobiernos de Austria, Chequia, Alemania, Letonia, Polonia y, por supuesto, España. Esta inclusión destaca la cohesión social ligada a esta tradición y se espera que ayude a preservar el oficio, además de rendir homenaje a todas las personas que dedicaron su vida al transporte fluvial de la madera. El lema de la fiesta es "Soc fill de raiers". Desde 1982, el tercer domingo de agosto en Coll de Nargó también se celebra una fiesta similar. Y en 1989, se creó en Barcelona la Asociación Internacional de Raiers, integrada por asociaciones que representan a distintos ríos.

Adriana

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