La historia oculta de Puigcerdà EXPUESTA 🐎 Instantes de Tiempo
Nuestro plan inicial era disfrutar de unos días de relax en los baños termales franceses y deleitarnos con un delicioso assiette de fromage (plato de quesos franceses), pero al planificar el viaje descubrimos que Puigcerdà, en la Cerdaña española, ofrecía una oferta de alojamiento mucho más amplia y asequible, con las aguas termales a solo media hora en coche, lo que lo convirtió en la opción perfecta. Puigcerdà, situada en lo alto de una colina, ofrece vistas espectaculares del valle y ha sido un destino turístico clave desde principios del siglo XX, cuando los visitantes llegaban en busca de aire fresco y saludable. Hoy, la zona es conocida tanto por su gran estación de esquí, que une Masella y La Molina, como por sus rutas de senderismo, ideales en verano, que atraviesan los frondosos bosques de pinos y abetos del Parque Natural Cadí-Moixeró y conducen a parajes tan impresionantes como los lagos de La Pera y Malniu.
La capital de la Cerdaña, Puigcerdà, se encuentra estratégicamente situada en la cima de la colina que le da nombre, ofreciendo una de las vistas más impresionantes de toda la comarca. Desde sus orígenes, esta encantadora villa ha sido un importante centro de comercio y servicios, y aún conserva el encanto de su rica historia.
Al llegar, hicimos un poco de turismo en Puigcerdà, cuyo nombre proviene de "Podium Ceretani", en honor a la tribu íbera que habitaba la región. Esta encantadora localidad se encuentra en lo alto de un cerro, dominando un amplio valle. Una de nuestras primeras sorpresas fue la instalación de varios ascensores que facilitan el acceso al núcleo medieval de la ciudad. El ascensor nos dejó en la plaza del ayuntamiento, que ofrece unas vistas fabulosas. Además, han construido gradas para disfrutar de la mejor puesta de sol de la Cerdaña, creando un ambiente perfecto para relajarse y contemplar el paisaje.
Continuamos nuestra exploración y llegamos a la Calle Mayor, el corazón comercial de Puigcerdà. Nos dejamos llevar por la tentación de mirar los escaparates hasta llegar a la plaza de Santa María, que en realidad se compone de dos plazas: la de Santa María y la de los Héroes. De la iglesia de Santa María, construida en el siglo XII en estilo románico, solo queda la majestuosa torre, que ofrece un fantástico mirador. Lamentablemente, la iglesia fue derribada durante la Guerra Civil.
Justo al lado se ubicaba el antiguo cementerio, que, debido a su pequeño tamaño, fue reemplazado durante la Guerra de la Independencia en el siglo XIX por uno nuevo a las afueras. Puigcerdà ha sufrido numerosas guerras a lo largo de su historia, principalmente por su proximidad a la frontera, lo que llevó a la construcción de un monumento en honor a todas las víctimas de estos conflictos.
Desde allí, descendimos por el paseo Deu d'Abril con rumbo al Convento de Sant Domènec, uno de los tesoros más destacados de Puigcerdà, fundado en el siglo XIII por Jaume II de Mallorca. Aunque del extenso recinto solo queda la iglesia, esta todavía guarda valiosos frescos góticos, lo que le da un encanto especial. Desde el exterior, se puede apreciar lo que queda del claustro, que fue prácticamente destruido durante la Guerra de la Independencia. Actualmente, este espacio ha sido rehabilitado y alberga la biblioteca y el archivo comarcal, convirtiéndose en un importante centro cultural de la comarca. Además, la localidad cuenta con monumentos históricos como el puente gótico de Sant Martí, el antiguo hospital y la casa señorial de Can Deulofeu, símbolos de su pasado medieval y su relevancia histórica.
Cerca de la plaza de los Héroes, otro edificio que nos llamó la atención fue el Casino y Teatro, un singular edificio de color rojizo que destaca entre sus vecinos de estilo medieval. Esta asociación fue fundada en 1879, y el edificio abrió sus puertas por primera vez en 1893. A medida que avanzamos, Puigcerdà deja atrás sus paisajes medievales para dar paso a su famoso estanque, un hermoso lago artificial que data del siglo XIV, originalmente construido como una balsa de riego. A su alrededor, se levantaron majestuosas villas y elegantes torres de veraneo a principios del siglo XX, dándole a esta zona un aire señorial y distinguido.
En aquella época, la burguesía barcelonesa descubrió el clima fresco y revitalizante de la Cerdaña, convirtiendo a Puigcerdà en un popular destino de verano. Uno de los personajes más destacados de esta época fue el cónsul danés Schierbeck, quien se enamoró de la Cerdaña y estableció allí su establo para la cría y entrenamiento de caballos de carrera. Schierbeck también participó en la organización del ensanche de Puigcerdà y donó terrenos, entre los cuales hoy se encuentra el parque que lleva su nombre, ubicado a orillas del lago de Puigcerdà.
Sin embargo, este sueño se vio truncado durante la Guerra Civil, cuando muchas de las encantadoras casitas cercanas al parque fueron confiscadas e incluso destruidas. A pesar de ello, Puigcerdà ha sabido mantener su esencia de veraneo y segundas residencias, pero ahora abierta a un público mucho más amplio, convirtiéndose en un destino ideal tanto para los amantes de la historia como para quienes buscan disfrutar de la naturaleza, así como nosotras.
Literalmente, dormimos en una estación de tren con más de cien años de historia: el Hotel Parada. El tren llegó a Puigcerdà el 3 de octubre de 1922, estableciendo esta estación como un importante punto fronterizo donde paraban tanto trenes franceses como españoles. La llegada del tren tuvo un impacto significativo, ya que permitió que la Cerdaña se convirtiera en un atractivo destino de verano para la burguesía catalana, más que en un centro de industrialización, como ocurrió en otras partes de Cataluña.
La vía no se electrificó hasta 1926, lo que significa que los trenes llegaban arrastrados por locomotoras de vapor, aportando un encanto nostálgico a la experiencia. En 1928, la línea se extendió hasta la estación internacional de Tor de Querol - Enveig, conocida por tener los tres anchos de vía. Además, es la estación de llegada (o partida) del famoso Tren Groc, que ofrece un recorrido panorámico a través de paisajes espectaculares.
Hoy en día, solo el tren de rodalies R3 desde Barcelona llega a la estación de Puigcerdà. A pesar de que hay cinco trenes diarios, en el hotel apenas se oye el ruido de las locomotoras. En los años ochenta, se planteó el cierre de la estación debido a su carácter deficitaria, una historia que también vivió la estación de la Pobla de Segur, donde la acción popular logró evitar su desmantelamiento. Gracias a estos esfuerzos, la estación de Puigcerdà ha podido conservar su valor histórico y continuar siendo un punto de interés para los viajeros.
Al día siguiente, antes de ir a los baños termales de la Cerdaña, nos detuvimos en un gran supermercado para hacer algunas compras. Me hizo mucha gracia encontrar estantes repletos de productos catalanes que nunca había visto en Cataluña. Por ejemplo, descubrí gazpacho de todos los colores y pensé: “¡Como se enteren los andaluces!” Además de eso, compramos una buena cantidad de queso y vino. Os leo en los comentarios si también considerais que visitar supermercados es parte de la experiencia cultural de un viaje. Después de un rato, cuando ya nos dolían los pies, pusimos rumbo a los baños.
A diferencia de la mayoría de los valles pirenaicos, que se extienden de norte a sur, el valle de la Cerdaña se despliega de este a oeste, abrazado por las majestuosas sierras del Pirineo, el Moixeró y el Cadí. Esta peculiar orientación se debe a un fenómeno geológico: la Cerdaña es el resultado del hundimiento de una falla, lo que le otorga un relieve único.
En esta ocasión, nos bañamos en los baños de Llo y en los de Dorres; de hecho, ya estoy preparando un artículo específico sobre este tema. Sin embargo, nos quedaron por visitar los baños de Saint Thomas. A propósito, los baños de Dorres tienen origen romano, al igual que unas excavaciones de un foro romano que encontramos en Llívia. Estoy segura de que en los próximos años se descubrirán más restos romanos en la comarca. Los romanos establecieron en la Cerdaña una red de vías de comunicación, explotaron recursos naturales y desarrollaron la agricultura y la ganadería. Construyeron infraestructuras, fomentando el comercio y la creación de asentamientos. Los primeros pobladores dejaron huella en la región, algo que todavía podemos notar en los nombres de pueblos como Bor y Alp.
A lo largo de su historia, la Cerdaña ha sido testigo de cambios políticos que afectaron su unidad geográfica. Uno de los momentos más significativos fue el Tratado de los Pirineos, que dividió el valle sin mucho sentido aparente. Un claro ejemplo de esto es la villa de Llívia, qué os comentava antes, que, a pesar de pertenecer a España, está completamente rodeada por territorio francés.
Pasamos unos días agradables descubriendo los encantadores pueblos de la Cerdaña. Comenzamos nuestra ruta en Sagallosa, donde se encuentra el punto de información turística de los Pirineos franceses. Allí nos recomendaron visitar el Museo de la Cerdaña, ubicado en una antigua masía del siglo XVIII, aunque lamentablemente estaba cerrado.
Tenía muchas ganas de conocer el pueblo de Ix, ya que en el siglo XI albergaba el palacio de los condes de Cerdaña y la iglesia de Sant Martí d'Ix, que es lo poco que aún podríais visitar. Más tarde, Alfonso II de Aragón trasladaría la corte a Puigcerdà en el siglo XII, probablemente por motivos de defensa. Tras el Tratado de los Pirineos, Ix se convirtió en un pueblo fronterizo. A las afueras, comenzaron a proliferar hostales y tabernas conocidas como “guinguetes”, de donde proviene el nombre del pueblo Guingueta d'Ix, que se encuentra a solo un par de calles de Puigcerdà y España.
Entonces, ¿por qué los franceses lo llaman Bourg Madame? En el siglo XIX, el duque de Angulema, Luis Antonio de Borbón, regresó a Francia tras su exilio en Barcelona, y el primer pueblo que pisó fue Ix. Los habitantes, en agradecimiento, le ofrecieron renombrar el lugar como Bourg-Angoulême, pero el duque optó por dedicarlo a su esposa, María Teresa de Francia, hija de los reyes Luis XVI y María Antonieta, resultando en el nombre actual de Bourg Madame, en honor a la fortaleza de su alteza real.
La ruta nos llevó cerca de algunas de las centrales de energía solar, como Themis Solaire Innovation y el Four Solaire d'Odeillo. La Cerdaña es famosa por su excepcional insolación, con más de 300 días de sol al año, lo que la convierte en un lugar ideal para la energía solar. En esta comarca se encuentran tres sitios solares de renombre mundial, incluido el horno solar de Odeillo, el más grande del mundo, que cuenta con casi 10.000 espejos y puede alcanzar temperaturas de hasta 3.500 °C. La central de Thémis es visitable y ofrece actividades educativas sobre la energía solar. También destaca la central de Llo consolidando a la Cerdaña como una región de energía sostenible.
Así que ya sabéis, la Cerdaña es un destino que combina historia, naturaleza y cultura en un solo lugar. Desde los baños termales hasta los encantadores pueblos como Puigcerdà e Ix, cada rincón cuenta una historia que merece ser descubierta. Sin duda, es un lugar perfecto para relajarse, aprender y disfrutar de la belleza de los Pirineos. ¿Os animáis a explorar la Cerdaña en vuestro próximo viaje?
Adriana
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