¿Quién inventó los JUEGOS OLÍMPICOS? ‌🏺 Instantes de Tiempo

El mes pasado, con una mezcla de admiración y nostalgia, nos despedimos de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024. Pero, ¿qué os parece si damos un paso atrás en el tiempo y exploramos los orígenes de estos emblemáticos eventos? Imaginemos cómo eran los primeros Juegos Olímpicos, aquellos que no solo forjaron el espíritu competitivo de la antigua Grecia, sino que también inspiraron a Pierre de Coubertin a revivir la tradición en 1896. Acompañadme en este viaje histórico para descubrir cómo nacieron los juegos que han capturado la imaginación del mundo durante más de un siglo.


Cuando pienso en los Juegos Olímpicos, no puedo evitar sumergirme en las fascinantes leyendas de la mitología griega que intentan explicar su origen. Pero si nos ceñimos a la historia, los primeros juegos realmente empezaron en el año 776 a. C. Imaginadlo: un evento lleno de emoción y atletismo en el santuario de Olimpia, donde Corebo de Élide se convirtió en el primer campeón al ganar la única prueba de aquella época, la carrera del estadio. Esto ocurrió bajo el reinado de Ífito de Élide, quien se cree que fue el gran renovador de los juegos. Aunque algunos dicen que Ífito podría haber restaurado los juegos en el 884 a. C., yo prefiero pensar en 776 a. C. como el punto de partida oficial de esta increíble tradición olímpica.

Siempre había pensado que la olimpiada era el nombre del evento en sí, pero me equivoqué. Los Juegos Olímpicos se celebraban cada cuatro años, y el período entre estos juegos se denominaba "olimpiada". Durante el tiempo de la competición, se instauraba la Ἐκεχερία (ĕkĕchĕiría), o tregua olímpica, para permitir a los atletas viajar con seguridad desde sus ciudades hasta Olimpia. Este concepto se originó bajo el reinado de Ífito, quien hizo grabar los términos de la tregua en un disco en el templo de Hera. Durante estos juegos, la vida pública se paralizaba, y solo se atendían asuntos de extrema urgencia. Los juegos se llevaban a cabo en Olimpia, en el valle del Alfeo, entre julio y agosto. Al igual que los Juegos Olímpicos modernos, estos eventos ofrecían una oportunidad para la colaboración y el acercamiento entre las ciudades-estado griegas.


Los antiguos Juegos Olímpicos eran muy distintos a los que conocemos hoy en día. Para empezar, contaban con menos eventos y solo permitían la participación de hombres libres que hablaban griego. Además, se celebraban siempre en el mismo lugar: el santuario de Olimpia. Además, estos juegos tenían más de un propósito: no solo eran una manifestación religiosa para honrar a los dioses, sino que también promovían el desarrollo integral del cuerpo y el alma, y fomentaban la amistad entre las ciudades-estado. En sus orígenes, los eventos deportivos estaban estrechamente ligados a rituales funerarios, especialmente aquellos en honor de héroes y caídos en batalla, como se menciona en los juegos en honor a Patroclo en "La Ilíada" de Homero.

En los primeros Juegos Olímpicos, la organización estaba en manos de la Boulé de Olimpia, o Consejo Olímpico. Este grupo se encargaba de todo: desde la gestión técnica y financiera hasta la supervisión de los jueces, conocidos como helanódicas. Estos jueces eran seleccionados con 10 meses de antelación y tenían la responsabilidad de elegir a los mejores atletas, vigilar sus entrenamientos y dirigir las competiciones. Además, los theócolos, altos sacerdotes dedicados a los rituales religiosos, se encargaban de cuidar los templos y coordinar las ceremonias litúrgicas.


Imaginad que sois niños, griegos y libres, que cumplen doce años. En ese momento, vuestra vida empieza a cambiar: ingresáis en la palestra, un lugar dedicado a enseñaros a desarrollar vuestros músculos y a controlar vuestros nervios. A los dieciséis años, os trasladáis al gimnasio, un espacio al aire libre rodeado de bosques donde realizáis ejercicios físicos y entrenáis para el atletismo. Con el tiempo, a los veinte años, completáis vuestra formación deportiva y recibís vuestras armas, listos para enfrentar los desafíos de los Juegos Olímpicos. Todo este camino lo recorréis bajo la guía de un entrenador profesional (gymnastes) o preparador físico (paidotribes), expertos en diseñar entrenamientos específicos, ajustar vuestra dieta y asegurar que os ejercitéis de la manera correcta. 

Ahora que sois atletas olímpicos, vuestro viaje hacia la gloria comienza un año antes de los Juegos. Durante ese tiempo, os entrenáis intensamente en vuestras ciudades natales, pero un mes antes del gran evento, debéis trasladaros a Elis para perfeccionar vuestra preparación. Ser griego es una condición imprescindible para competir, una regla que cambiará con la llegada de los romanos. Los Juegos, que duran alrededor de cinco días, inician con sacrificios a Zeus y Pélope. Las competiciones incluyen desde carreras y lucha hasta pugilato, pancracio y el pentatlón, con las actividades ecuestres y las carreras de carros como el punto culminante, siendo las más prestigiosas y costosas. Finalmente, el festival olímpico concluye con una vibrante procesión, un espléndido banquete y la entrega de premios a los vencedores.


En las primeras doce Olimpiadas, la única prueba era la carrera a pie del stadion, que mantuvo su estatus como la más prestigiosa a lo largo de la historia de los Juegos. El espíritu competitivo de los antiguos griegos se reflejaba en una variedad de eventos: los agones atléticos, que incluían carreras, salto de longitud, lanzamiento de disco y jabalina, como los que vimos en París 2024; los  , como la lucha, el pugilato, parecida al boxeo actual, y el pancracio, unas artes marciales; y los certámenes hípicos, que abarcaban carreras de carros y caballos. Además, el pentatlón combinaba cinco disciplinas en una sola competición. Los Juegos también incluían concursos artísticos, como competiciones de heraldos y trompeteros, que posteriormente se expandieron a eventos musicales y teatrales. Las mujeres no podían participar ni siquiera presenciar las competiciones. Sin embargo, había una excepción: la sacerdotisa de Deméter, Chamyne, tenía permiso para asistir. 

Después de someterse al riguroso entrenamiento en Elis, los atletas juraban respetar todas las normas establecidas. En sus primeras ediciones, competían con taparrabos, pero a partir del siglo V a.C., la tradición cambió y empezaron a competir desnudos. Este cambio no solo ayudaba a prevenir la participación encubierta de mujeres, sino que también reflejaba el espíritu competitivo de la época.  La corrupción y la violencia también eran castigadas severamente. Curiosamente, aunque las mujeres no podían competir, se registraron victorias femeninas en las carreras de carros, ya que los premios se otorgaban al propietario del equipo, no al conductor.

Con el tiempo, la participación en los Juegos Olímpicos se expandió desde las polis de la Grecia continental a las colonias griegas del Mediterráneo, transformando a Olimpia en un bullicioso centro tanto deportivo como comercial, con una gran feria que aprovechaba la afluencia de gente. Este crecimiento reflejaba un panhelenismo creciente, uniendo a los griegos dispersos por el mundo helénico bajo una sola bandera. Las ciudades que no se ajustaban a esta norma quedaban excluidas de los Juegos, y las que rompían la tregua sagrada enfrentaban severas multas y la expulsión de sus representantes. Durante los Juegos, Olimpia se llenaba de multitudes entusiastas que acampaban en el recinto y admiraban las magníficas estatuas y edificios, convirtiendo la celebración en un evento de gran magnitud más allá del deporte.

Al final de cada prueba en los Juegos Olímpicos, los ganadores eran recibidos con entusiasmo por el público, que les lanzaba flores en señal de celebración. Como premio recibían una corona de olivo. La ceremonia de premiación se llevaba a cabo en la entrada del majestuoso templo de Zeus, donde se anunciaban sus nombres, su linaje y las pruebas que habían ganado. Los vencedores podían erigir una estatua en su honor y sus nombres quedaban registrados oficialmente. Al volver a sus ciudades, eran recibidos como verdaderos héroes y, en algunos lugares, incluso recibían recompensas monetarias. 

El declive de los Juegos Olímpicos se debió a factores como la pérdida de autonomía de los griegos, el auge del cristianismo, invasiones bárbaras, el aumento del profesionalismo y la corrupción, así como desastres naturales y cambios socioeconómicos. La cristianización llevó a la prohibición de celebraciones paganas por parte del emperador Teodosio, marcando el fin de los Juegos, con el último ganador registrado siendo el príncipe armenio Varazdat en el 385. Sin embargo, a finales del siglo XIX, Pierre de Coubertin promovió la reactivación de los Juegos Olímpicos inspirándose en las antiguas competiciones griegas. Sus esfuerzos culminaron en la reinstauración de los Juegos Olímpicos modernos en el Congreso Internacional de Educación Física, en la Universidad de la Sorbona, el 26 de junio de 1894.

Así, mientras miramos hacia atrás y nos maravillamos con la grandeza de los antiguos Juegos Olímpicos, no podemos evitar sentir un profundo respeto por la rica historia que nos ha llevado hasta los eventos deportivos que conocemos hoy. Cada medalla y cada récord moderno son un eco de esos primeros pasos en Olimpia. ¡Os animo a que sigáis celebrando y apoyando el espíritu olímpico en vuestras propias vidas! Recordad que cada momento en los Juegos es una oportunidad para conectar con una tradición que ha resistido la prueba del tiempo. ¡Hasta la próxima, viajeros y olímpico!

Adriana

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