¿Quién paga la factura del turismo? 👛 Instantes de Tiempo
Hace unos días fuimos a Salou a celebrar el cumpleaños de mi padrina, mi abuela. Cogimos el tren desde Barcelona y, desde el primer momento, el viaje tuvo ese aire tan relajado de los fines de semana en familia. El plan era sencillo: una comida juntos en un hotel de la zona. Pero lo que parecía una jornada de celebración terminó por despertarme preguntas más profundas sobre el turismo, sus beneficios… y sus costes.
Salou en verano es lo que uno espera: una ciudad volcada al turismo, llena de vida, terrazas repletas, familias como la nuestra buscando desconectar. Pero no se siente caótica, más bien, ¿cómo lo diría?, eficiente. Da la sensación de que la ciudad ha aprendido, con los años, a bailar al ritmo de millones de visitantes.
El hotel nos recibió con una calidez inesperada. La maître nos acomodó sin problema a pesar de ser un grupo grande con niños pequeños. Nos sentimos relajados, cuidados, como si el turismo fuera, realmente, ese motor de bienestar del que tanto se habla. Y, sin embargo, mientras veía a las camareras ir y venir con bandejas llenas, pensé: ¿cómo se sostiene todo esto?
Recordé entonces una conversación que tuve durante el confinamiento con Anna, una vieja amiga de la universidad. Hablábamos del “post-turismo”, de cómo la pandemia podía ser una oportunidad para repensarlo todo: menos masificación, más sostenibilidad, nuevos modelos económicos. Pero hoy, unos años después, el panorama ha dado un giro radical.
La euforia del turismo tras la pandemia
Según Joan Morales i Morera, en un artículo reciente en la revista Descobrir, la industria turística en Cataluña y Baleares vive una etapa de euforia. Para 2025 se esperan 50 millones de turistas internacionales. Los datos son espectaculares: en Cataluña representa el 15% del PIB y más del 45% en Baleares. Solo en 2022, generó más de 40.000 millones de euros. Un éxito, al menos en apariencia.
Pero mientras brindábamos por mi padrina, no dejaba de preguntarme quién paga de verdad esta fiesta. Porque los números pueden ser positivos, sí, pero la realidad de quienes trabajan en turismo es otra muy distinta.
La cara B del paraíso turístico
A pesar de este crecimiento sin precedentes, las sensaciones sobre el terreno no son tan optimistas. Muchos trabajadores del sector sienten que la bonanza no llega a sus bolsillos. Y no es una percepción subjetiva: el Observatorio del Trabajo y Modelo Productivo de la Generalitat de Cataluña confirma que el turismo es el sector económico con los sueldos más bajos. Mientras la media salarial catalana ronda los 2.152 €/mes, el turismo ofrece un promedio de 1.684 €/mes, un 21,8% menos.
Según el economista Miquel Puig, las regiones dependientes del turismo presentan sistemáticamente peores indicadores: mayor paro, menor renta per cápita, y más abandono escolar. En esta misma línea, un informe del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas reveló que las zonas con dependencia excesiva del turismo muestran menores niveles de bienestar.
En Cataluña, el Estudio Smartdesk, liderado por la Universidad Rovira i Virgili, concluye que quienes trabajan en turismo sufren una precariedad laboral mayor que en otros sectores. Y no solo eso: las mujeres del sector cobran un 35% menos que sus compañeros hombres, una brecha que no debería existir en pleno siglo XXI.
El monocultivo turístico y sus consecuencias
Municipios como Lloret de Mar o Blanes, muy ligados al monocultivo turístico, están entre los últimos en el ranking de salarios medios en Cataluña. El turismo, aunque pueda parecer un motor de progreso, puede también actuar como freno cuando se convierte en casi la única opción laboral.
En total, 506.600 personas están ocupadas en Cataluña en el ámbito laboral, de las cuales un 13% trabaja en turismo. Las ocupaciones predominantes son personal de limpieza (30,7%), camareros (29,8%) y monitores de actividades recreativas (11,9%). Aunque el 54,3% de los trabajadores turísticos tiene estudios de bachillerato o superiores, en el resto de sectores la cifra de asalariados con estudios superiores asciende al 72%.
Una visión parcial de una realidad compleja
Entonces, ¿por qué se insiste tanto en que el sector está mal, si los números no lo dicen? Quizás porque es una verdad a medias. El turismo tiene un impacto económico brutal, sí. Pero también arrastra desigualdades, precariedad y desequilibrios.
Aun así, no podemos olvidar que se trata de un sector inmenso, con una variedad de salidas profesionales mucho más amplia de lo que este artículo refleja. No todo es camareros y limpieza. Hay guías, gestores culturales, técnicos medioambientales, especialistas en turismo digital, emprendedores, y mucho más. ¿Por qué entonces está narrativa de desprestigio? Tal vez porque, como en muchas otras cosas, los intereses económicos y políticos están moldeando el relato.
Esa tarde en Salou, entre risas, helados y fotos con la familia, entendí algo que va más allá de las cifras o los titulares. El turismo es una fuerza poderosa, capaz de conectar generaciones y culturas, de dar sentido a una ciudad entera… pero también de crear desigualdad si no se gestiona con justicia. Y en esa tensión entre el éxito económico y el coste social, está el reto de nuestro tiempo.
Tal vez aún estemos a tiempo de repensarlo. No se trata de renunciar a celebrar, sino de imaginar un modelo turístico donde todos (también los que lo hacen posible) puedan celebrar con nosotros.
Adriana
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